Lo que me hubiese gustado saber antes de empezar a alimentar a mis hijos

Lo que me hubiese gustado saber antes de empezar a alimentar a mis hijos

Cuando nació mi primer hijo, ya llevaba años cuidando mi alimentación. Había leído etiquetas, estudiado nutrición, eliminado los ultraprocesados y me había formado como asesora de Baby-Led Weaning. Me sentía preparada.

Y, en gran parte, lo estaba. Pero ser madre cambia el escenario por completo.

Ya no se trata solo de saber. Se trata de sostener. De defender tus decisiones frente al entorno. De actuar desde la calma cuando hay gritos, mocos o días en los que comen cuatro cosas.

Y en ese proceso, aprendí cosas que no salen en los libros.

 

 

 

1. Que saber no basta: necesitas sostener con firmeza tus decisiones


Lo más difícil no fue saber qué ofrecerle a mi hijo, sino mantenerme firme cuando todos a mi alrededor lo ponían en duda: “una galletita no le hace daño”, “dale yogur, que necesita calcio”, “si no come, dale lo que sea”.


La presión externa pesa. Y más cuando eres madre primeriza, cansada y vulnerable.

 

 

 

2. Que incluso yo, informada, caí en algunas trampas de la industria


Aunque llevaba tiempo leyendo etiquetas, hubo productos “infantiles” que me colaron como sanos. En momentos de prisa o confusión, la publicidad también me confundió.


Me di cuenta de que la industria alimentaria sabe muy bien cómo disfrazar el azúcar, las harinas refinadas o los aditivos de “natural” o “para bebés”.

3. Que lo emocional pesa más que lo nutricional


Mi formación me daba seguridad sobre lo que debía comer, pero no me preparó para los momentos en que mi hijo rechazaba todo, o lloraba ante la comida, o comía solo una fruta al día.

Ahí comprendí que alimentar no es solo nutrir el cuerpo, sino también el vínculo. Y que si la hora de la comida se convierte en lucha, todo lo demás se tambalea.

 

 

 

4. Que comer sano no significa comer perfecto

 

Durante un tiempo sentí la presión de hacer cada plato “ideal”. Todo sin gluten, sin azúcar, sin harinas… Pero aprendí que la rigidez también puede dañar.


Hoy elijo el equilibrio consciente: ofrecer alimentos reales, sí, pero también escuchar sus señales, respetar sus ritmos y vivir la comida con disfrute, no con control.

5. Que una buena base desde el inicio sí marca la diferencia

 

Aunque me equivoqué en cosas, también me alegro profundamente de lo que sí hice bien: ofrecer comida real desde el principio, evitar procesados, priorizar lo natural, confiar en mi intuición.


Esa base ha dado frutos. Hoy mis hijos disfrutan de alimentos sanos y entienden la comida como parte de su bienestar.

 

Lo que me hubiese gustado saber es que…

…no basta con saber.

Hace falta confianza, comunidad, tribu.

Hace falta sostén emocional.

Hace falta una mirada amorosa hacia nosotras mismas, para acompañar desde la calma y no desde el miedo.


Por eso he creado una guía de alimentación antiinflamatoria infantil. No es solo un recopilatorio de alimentos. Es una invitación a mirar la salud de tus hijos con otros ojos: más naturales, más intuitivos, más humanos.


🌿 Descárgala aquí: https://educaryrespirar.com/products/alimentacion-antiinflamatoria-en-ninos

 si quieres un camino más consciente, realista y amoroso.

 

Gracias por estar aquí,

Viky 

Regresar al blog