Nutrición infantil consciente: lo que como madre he aprendido

Nutrición infantil consciente: lo que como madre he aprendido

Cuando me convertí en madre, entendí que alimentar no era solo llenar estómagos, sino nutrir cuerpos, emociones… y futuro.


En un mundo lleno de prisas, donde lo “normal” es dar galletas de dinosaurio para merendar, quise parar. Quise observar. Quise elegir conscientemente qué entraba en el cuerpo de mis hijos. No desde el miedo, sino desde el amor.


He aprendido que no hace falta ser chef ni tener una cocina perfecta. Lo que hace falta es información, intención y conexión. He aprendido que el azúcar no es inofensivo, que los cereales de colores no tienen nada de infantil, y que lo que hoy es “una excepción” para muchos, mañana se convierte en hábito.


También he aprendido a relajarme. A no pelear por un bocado. A sembrar el hábito desde el ejemplo, sin forzar, sin etiquetar alimentos como “malos” o “prohibidos”, sino como elecciones que nos acercan o nos alejan de la salud.


Hoy, mi cocina está llena de colores naturales, de frutas, semillas, cremas, panes sin gluten, snacks hechos en casa. Y no, no somos perfectos. Pero somos conscientes, y eso lo cambia todo.


Nutrir bien a mis hijos no es solo un acto de cuidado físico. Es una forma de mostrarles que su cuerpo importa. Que su energía, su humor, su sueño y su atención están ligados a lo que comen. Que tienen poder.


Y en ese poder, también hay libertad.

Regresar al blog